Yo, ¿mentor? ¿Están seguros?
- Néstor Gómez
- 28 may
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 jun
Si alguna vez te han dicho “Tú deberías ser mentor(a)” y tu primera reacción fue:— ¿Yo? ¿Mentor? Pero si yo apenas estoy resolviendo mi propia vida…¡Felicidades! Eres el tipo de persona que necesitamos. Mentorear no es tener todo resuelto. Es tener algo vivido. Es más, ser mentor no se trata de “enseñar” desde la cima, sino de acompañar desde el camino. No necesitas certificado, ni luces LED, ni micrófono profesional. Solo tres herramientas: una historia honesta, buenas preguntas y las orejas bien abiertas.
Primero lo primero. Mentor no es sinónimo de gurú, conferencista o salvador de juventudes. Mentor es esa persona que dice: “Mira, yo tampoco tenía ni idea… pero esto fue lo que aprendí después de darme unos buenos porrazos.”
La clave está en el enfoque: No se trata de lo que tú quieras decir. Se trata de lo que el otro necesita escuchar para dar el siguiente paso hacia el lugar que nos conviene a todos. Piénsalo como una receta:
1 parte de historia real (sin adornos)
1 parte de silencio incómodo (pero necesario)
2 cucharadas de preguntas abiertas
Y una pizca de humor, porque reírse de uno mismo es saludable
0. Presente (no con tu hoja de vida)
El error más común es comenzar hablando de uno: “Yo estudié, yo trabajé, yo logré…” Primero conecta con la persona, no con tu ego. Empieza con algo suave, como: “¿Cómo llegaste hoy?”, “Si hoy fueras una canción… ¿cuál serías?”. Esto abre el corazón.Y recuerda: lo primero que compartes no es tu experiencia, es tu presencia.
1. Valida el problema: “A mí también me ha pasado”
Aquí es donde el joven o la joven necesita saber que no está loco, perdida o sola en el universo. Que lo que está sintiendo o enfrentando… nos ha pasado a todos.Así que no te pongas en modo experto. Ponte en modo humano. Di cosas como: “¿Sabes que a mí también me pasó algo así?”, “Yo también pensé que no iba a salir de esa.” Cuando haces eso, dejas de parecer un orador… y te conviertes en un espejo.
2. Tu historia: tu mayor tesoro (aunque tenga partes vergonzosas)
Aquí sí entra tu historia personal. Pero no como discurso heroico, sino como confesión valiente. Piensa en una historia donde: la embarraste, te dolió, aprendiste algo, probaste un cambio y eso te trajo paz o resultado. No uses diapositivas. No recites frases de Paulo Coelho ni de Néstor Gómez. Cuenta con tripas. Desde el corazón. Esta idea puede servir:
Esto me pasó
Esto sentí
Esto aprendí
Esto hice
¿Y tú qué harías?
3. Tu sistema: la receta casera
Tu historia tiene sabiduría. Y si logras organizarla en pasos sencillos, ¡mejor! No tiene que ser académico. Puede ser un acróstico, una lista, un “paso a paso” de lo que hiciste para salir del hueco. A. Acepté que necesitaba ayuda. B. Busqué apoyo. C. Cambié mi forma de pensar Dilo con tus palabras, a tu estilo. Lo importante es que el otro sienta:“¡Vea pues, esto yo también lo podría intentar!”
4. Muestra tus resultados (sin presumir, pero con orgullo)
A veces pensamos que decir lo que hemos logrado es ser egocéntricos.No. Es dar esperanza. Cuenta cómo ha cambiado tu vida: tus relaciones, tu salud mental, tu energía, tu actitud, tu relación con el dinero, la familia o contigo mismo. Recuerda mostrarte humano, pero también mostrar que hay luz al final del túnel.Y que esa luz puede encenderse desde dentro.
5. Cuidado con…
Aquí van las advertencias de uso. No des consejos como si fueras Wikipedia emocional. No hables como si el joven fuera un problema que vas a resolver. No respondas todo. A veces la mejor respuesta es: “No sé… pero si quieres lo pensamos juntos.” Y si algo no sale como esperabas, ¡úsalo como historia para la próxima mentoría!
6. Sugiérele un primer paso
Cierra con algo concreto. Algo que la persona pueda hacer hoy o mañana. Por ejemplo: escribe una carta que nunca enviarás. llama a alguien con quien necesitas hablar, pregúntate cada mañana: “¿Qué depende de mí hoy?”. Lo importante es que ese paso sea: viable, verificable y que lo saque del discurso… y lo lleve a la acción
7. Cierre con sentido: no lo sepas todo, sé real
Termina con algo simple. Una frase, un abrazo, un gracias. Di algo como: “Tu historia me hizo pensar también a mí. Gracias por compartirla.” Hazle saber que no está solo. Que hay un camino. Que confiar en sí mismo… también se entrena.
Kit de emergencia para mentores
Por si acaso:
Si no sabes qué decir… dilo
Si sientes que el joven se cierra… haz silencio, no presión
Si se burlan de ti… ríete con ellos, no de ellos
Y si todo falla… vuelve a la receta del principio. Porque acompañar también es un arte…y todo arte empieza con humanidad.
Comentários