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Una invitación transformadora en el colegio de mis hijos menores

Hola a todos, soy Néstor Gómez, el papá de Ana Lucía Gómez, de tercero, de Nicolás Gómez, de quinto. También el papá de Juan Antonio Gómez, quien se acaba de graduar en la universidad en Toronto e Ignacio que está en segundo semestre de biología, también en Canadá, donde viven hace 16 años. Soy el esposo de Nati, el hijo de Gloria y Néstor y un servidor para acompañarlos en esta experiencia en donde quiero ofrecer un espacio de conversación consciente, cuidadosa y propositiva para que podamos seguir compartiendo acciones alrededor del propósito del colegio que es hacer un mundo más amable (yo coincido en esa aspiración) y por eso estamos aquí también cada uno de los papás de los estudiantes de bachillerato del colegio.

 

Nos reune la misma pregunta: ¿qué hacer para atender la amezana a nuestras familias y para la sociedad de esta desequilibrada relación con las tecnologías que está dejando claramente una epidemia de salud mental, un aumento de las depresiones y suicidios (sobre todo entre niñas)? Con una sospechosa y muy evidente pista: la disminución en los accidentes y las fracturas porque los niños no están jugando físicamente. Jonathan Haidt (la Generación Ansiosa) nos alertaba con argumentos muy bien estructurados sobre nuestro comportamiento generacional como padres de familia, “pasados” en el cuidado en lo presencial y “ausentes” en el mundo virtual. Lo vemos en las cifras y además en el en el día a día. Escuchamos historias cerca a nosotros que van desde “crisis con el sueño” hasta suicidios, pasando por síntomas más silenciosos y peligrosos como la desconexión entre los miembros de la familia (de la misma escencia que son las parejas) o, en cada persona, una sensación de aturdimiento y sinsentido.

 

La pregunta es: ¿Uno que puede hacer? ¿Esto depende de quién?. Hay veces la ignorancia o la apatía termina convirtiéndose en una sensación de desesperanza. Me pasa igual con mis hijos mayores y con mis niños pequeños,  cuando observo mi incoherencia entre lo que digo y mis acciones de cuidado como principal acompañante de sus vidas.  Escucho este llamado para hacerme responsable absoluto de la educación de mis hijos y observar como dejé que sean educados por un tercero, delegando mi deber a los educadores, a los medios y a los religiosos. Es ahí cuando me cuestiono si alguna vez revisé si el pensum de los niños correspondía a lo que cada niño era y lo que cada niño necesitaba, a lo que el mundo necesita y lo que el mercado también requiere. O, ¿será que, simplemente, dejé que se repitiera mi propia historia y terminaran aprendiendo uniformadamente a ser, a pensar y a convivir?, ¿a conocer el mundo desde la repetición de una única versión, a convivir desde la competencia y a consumir sin cuidado con los demás y con la vida?. Ese es mi dolor en este momento: escuchar frente al espejo una conversación que yo he llamado “el abandonado”: una persona que repite y repite que no hay nada que hacer, que la culpa de todo lo que pasa es de los demás. Me digo a mí mismo de mil maneras al día: “pobrecito yo”, “es que el gobierno”, “es que los corruptos”, “es que el sistema”, “es que los maestros”… Ese abandonado además va sintiendo rabia, rabia de impotencia, rabia de que los demás tengan la culpa…

 

En momentos de desconcierto como eeste he encontrado soluciones anteriormente. Mucho después de haberme graduado y ejercido como profesional en comunicación social, apenas empecé a observar el lenguaje como la esencia de mi ser humano. Trabajando con personas víctimas de la violencia en Colombia pude parar, respirar y comprender que no era lo mismo “ser una pobre desplazada”, que ser “una persona en situación temporal de desplazamiento”. La vida se vive según el cuento con el que se la cuente. Y el mío era parcial y limitado. Recordé que yo percibo la realidad por un huequito que es mi perspectiva y el tamaño de ese huequito es, precisamente, mi lenguaje. Mientras nosotros percibimos un tipo de blanco, los hablantes del Danés ven más de 40 blancos con más de 40 expresiones idiomáticas que se los permite. Este ejemplo es inútil aquí, pero es muy útil si nos preguntamos por los nombres de las emociones. Existen cientos de formas idiomáticas para expresar emociones con el cuerpo y con las palabras. Sin embargo, yo conocía 5 o 6: ¿cómo estoy? Bien, mal, regular, enamorado…

 

A propósito de amores, un día encontré la palabra “compersión”: sentir profunda y auténtica alegría por la felicidad del ser amado, antónimo: celos. Descubrir esa expresión me reveló la una única versión que yo había aprendido del amor: la de la posesión. Estaba separándome de mis hijos y mi esposa. Otra vez: parar, respirar y darme cuenta. Yo había cantado con mis grandes maestros Julio Jaramillo y Juan Gabriel letras repetidas con mucha belleza: “yo te necesito, si te vas me muero, tú eres la razón de mi existir”… De tanto sentirlo, me convertí en una media naranja, en un eterno dependiente de cupido. “Me pillé” ese lenguaje que señalaba lejos de mí con el dedo índice poniendo lo más importante de mi vida en manos de otros: mi realización, mi relación con Dios, la educación de mis hijos, la política.

 

Pero era posible tener otra manera de vivir elegiendo otras conversaciones. Canté: “te amo, pero no te necesito” y empecé a sanarme y a sanar las relaciones. Hice de las canciones un tema de vida o muerte, cuando despedí a mi papá con una canción en la que agradecimos en persona por lo que había hecho. “Esta canción es de orgullo por ser hijo tuyo, querido papá, lo que sembraste en nosotros, vivir por los otros, te hace por siempre inmortal”. Puedo darles fe de un adiós consciente y alegre.  Ocho días antes de irse, mi padre pudo decirme que esa canción había acompañado los mejores tres años de su vida. Fue su despedida definitiva en lo físico y una manera de quedarse para siempre, en la gratitud y la presencia de sus valores que hoy me inspiran a buscar ser tan buen papá como él lo fue con nosotros. Entonces, me reconecté con un propósito: me gustaba conversar con las personas, soy bueno para crear, me pagaban por proponer reflexiones con sentido. Me dediqué a proponer una banda sonora mejor para la vida de muchos que detone relaciones más armónicas y sistemas más productivos y cuidadosos con la vida en general.

 

Llevé mi propósito a los espacios familiares. Junto con Nati, desde que nos conocimos, elegimos componer una canción cada año para renovar nuestros compromisos y renunciar al amor rígido y predestinado. Entonamos que nuestra familia se construye todos los días y convertimos cada acto en canciones y cada canción en un acto creativo que inspira mejores acciones de atención permanente.

 

Con este desafío que hoy nos convoca,  se nos ocurrió también que el juego era muy importante y hemos hecho deliberadamente actividades de conexión con los niños como mímica, juegos de mesa y cocinar juntos. Tenemos también la fortuna con muchos de ustedes de tener una huerta a la cual le dedicamos tiempo y empezamos a elegir entre todos conscientemente qué días y qué horas le dedicamos a las pantallas juntos o cada uno por separado. Sin satanizarlas, sin dividirnos entre peleas y reclamos pero observando conscientemente y proponiendo alternativas. Mucho más juego, muchas más cosquillas, mucho más humor.

 

El sistema que usamos lo hemos llamado Depende de Mi:


  • Paso 0, estar presente: poner los pies sobre la tierra. Respirar. Levantar la cabeza y sonreír agradecido por estar respirando.

  • Paso 1, depende: o más bien llamado humildad, en donde reconozco que mi punto de vista es mi punto de vista no la verdad. La realidad no es, yo la veo.

  • Paso 2, de mí: Acordarme que mi lenguaje es el filtro en el cual yo vivo la vida y en mi contexto está lleno de excusas que ponen mi responsabilidad en las circunstancias, en otros, en el futuro o en el pasado.

  • Paso 3, elegir: renunciar o repetir las conversaciones de una sola perspectiva que agotan la vida entre el blanco y el negro, el bien y el mal. Renunciar o repetir los esques paralizadores, renovar los sistemas, los mapas y los diccionarios.

  • Paso 4, comprometerme con mi propósito: Encontrar lo que me gusta hacer, para lo que soy bueno, lo que además me pagan y transforma el mundo. El que no sabe para dónde va se monta en cualquier bus.

  • Paso 5, Acción: Una pequeña acción deliberada, verificable y desafiante que se realiza en las siguientes 24 o 12 horas.

 

Empecemos juntos. Con los pies sobre la tierra, recordemos que estamos vivos (y juntos) y tenemos la oportunidad de hacer algo para estar mejor.


Recordemos que lo que estamos comprendiendo de este desafío con la salud mental es apenas un “pedacito” de la realidad, y que podemos saber más.


Observémonos conversando como víctimas de algo “que nos supera”, “que ya es demasiado tarde para atender”o que “es parte de nuestro destino”.


Elijamos asumir el rol de padres responsables de nuestros hijos y renovemos el compromiso con su cuidado que es nuestra misión, nuestra pasión y lo que nos conviene a todos.


Y empecemos por acciones simples y exigentes, a la medida de cada familia: dejar a los niños que jueguen en silencio, invitarlos a espacios creativos, leer más cuentos, darles más roles en las actividades de la familia,  limitar el uso de las pantallas, cuidar el sueño, hacer más deporte, bailar, cantar, abrazarse más seguido, meditar (o respirar para observarse con más frecuencia), agradecer, hacer voluntariado, tener más contacto con la naturaleza.

 

El principal problema que van a afrontar al comienzo es la inercia de nuestro ambiente. Saliendo de aquí usted va a escuchar nuevamente que nada depende de usted sino de Trump, de Uribe, de Petro, de la suerte o de Dios. Esto no se logra con momentos de conciencia cada año o Semana Santa sino que se logra con rutinas diarias de observación. Integrando elementos para construir hábitos incluso elementos tecnológicos. Conectándonos nuevamente con el sentido de la norma, de la disciplina, de la sanción. Nosotros lo hemos llamado “amor exigente” asumir esa responsabilidad de un papá que no siempre perdona y que no pretende establecer una relación como de amigos con los hijos. Va s escuchar que eso de prohibir el uso delcelular con acceso a internet antes de los 16 años es una exageración y por momentos va recibor la presión de que su hijo sea “el unico que no tenga celular en la clase”.

 

Otra advertencia es estar atentos al “sálvese quien pueda”. El camino es la colaboración y este espacio es una demostración de que encontrándonos para compartir ideas sin la necesidad de estar de acuerdo en todo permite construir alternativas. Una de las acciones que proponemos es que Usted comparta con nosotros y con el colegio ideas para llevarán a cabo esta atención al desequilibrio de los usos de la tecnología y los problemas de salud mental asociados. (les enviarán el link de un drive para compartir ideas).

 

Hoy pongo a su disposición este "Depende de Mí", como provocación para que cada uno y cada familia encuentre el propio. Así, desde esa responsabilidad renovada seguirnos conectando con estas actividades de formación y transformación. Me comprometo aquí públicamente a mantener mis horarios de juego presencial con mis hijos e inventarme mejores maneras respetuosas constantes y creativas de recochar.

 

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