Junio 24 de 2024
Nunca pensé que mi papá se fuera a morir. Cuando empecé a darme cuenta de mí mismo, él ya estaba grande y nunca sospeché que se hacía mayor, mientras yo crecía. Vi su vejez de un momento a otro en la sala de cuidados intensivos, cuando regresaba apenas con pulso del primer llamado de la eternidad. Me topé esa noche también con sus palabras embriagadas de ternura, escondida en la ruda voz del papá que aprendió que ser papá es hablar duro y nunca llorar sobrio. Y yo, que había aprendido que la muerte es muerte: final, dolor, ausencia definitiva, lloré de rabia. “¿Cómo así que ya no ibas a estar presente? Si estuviste siempre. No había días sin ti, no había historias sin ti ni planes en los que me acompañaras”. Temblé de miedo. “Vete entonces para el cielo infinito. Te dejaré en el cementerio y seré un hijo sin papá: un pobre huérfano”. Atacar o Huir. Bajé la guardia y me quedé en ese hospital para bendecir que sus pulmones apenas funcionaran y que estaba vivo de milagro. Respiré tan profundo que fui adentro para agradecer por el aliento: el soplo de vida que él me había dado. Sobrevivió, pero quedó otro: quedó respirando muy distinto. Tal vez el ahogo de su pecho me hizo escuchar el aire indispensable, gratis, el aire con el que suenan las palabras. En todos y en él, voces oxigenadas desahogaron una gratitud casi asfixiada.
No fue en una exhalación que lo logramos. Nos tomamos nuestro tiempo para renunciar a la despedida definitiva, y comenzamos a decirnos adiós. Declaramos “te quiero desde siempre”, nos dijimos “te amo para siempre”. Mi mamá soltó el candado. “No te vas a ir del todo”, más o menos fue lo que dijo. “Ya estás en los gestos de tus hijos, en sus dichos, en sus valores”. Continúo con ternura, sin nostalgia y sin promesas: “sabes que te voy a amar toda la vida”. No dijo nada que alguno ignorara. Ella le había dado sus “sís” cada segundo durante los 40 años que llevaban juntos y ella fue su cómplice para que hoy fuéramos lo que él había propuesto y ella había afirmado. Todos sabíamos, todos lo sentíamos. Pero había que decirlo. Y lo hicimos video, canción y fiesta. Lo hicimos un rito de amor familiar, de los que nos hacen inmortales. https://youtu.be/4c2KXPD6yXI?si=xlgTzItXdtTFEAC5
No fue en una exhalación que lo logramos. Comenzó cuando cada uno se tomó un respiro. Para aceptar en el espejo que el cuerpo pierde o gana forma, que todo se transforma. Nos dimos cuenta de nuestros cuentos con principios y finales, con inicios y llegadas que condenan al escritor y al personaje a estar de paso: de la nada hacia la nada. Miramos a los ojos a la muerte, ocultando a todos los colores en un sólo luto. Escuchamos los llantos y las culpas, el grito ensordecedor de las disculpas. Pasó por nuestra piel su escalofrío. Repetimos su versión huesuda, despiadada, indeseable, absoluta, universal. Nos dio risa la pequeñez de nuestros miedos y nos burlamos de nuestro miedo a la grandeza. Entonces nos cantamos el amor que nos salva de una historia sin sentido, que nos hace inmortales. Todos y él renunciamos a la nada, soltamos los temores y nos arriesgamos a crear. Elegimos ser familia una vez más en una copla con ínfulas de rezo, juntamos nuestras gracias y celebramos la increíble coincidencia de ser juntos. Editamos los chistes y las lágrimas de los tíos que ya sabían que un encuentro es una despedida “En vida, hermano, en vida”. Admiramos al hermano, al padre y al abuelo, sobrevivimos a la muerte. Admirado, él y todos quedamos conversando muy distinto. Mi hermano Felipe le llamó humildad a su poder de superhéroe. Luis señaló el mundo que con su visión universal nos había señalado. Juanita ondeó la bandera del amor y yo mismo entoné, como en un himno, que sirviendo a los demás somos lo que él nos enseñó, somos humanos.
La trascendencia de papá fue tres años más de dichos y hechos inmortales. Cuando estuvo seguro del gran paso, se despidió tranquilo y realizado. Pidió que su canción fuera una chispa de alegría siempre, y que siempre se contara que estos últimos días corporales fueron los más felices de su vida porque tuvo tiempo de agradecer cada segundo y pudo proclamar “misión cumplida”. Así es, este símbolo lo trae siempre de regreso, en los momentos en los que perdemos el sentido, distraídos con afanes o aturdidos en el ruido. Estando aquí, sus preguntas simples y profundas guían, consuelan, nos vuelven a centrar: ¿para qué?, ¿para quién?, ¿por qué la prisa?
“Inmortal” es la confirmación de otra sospecha: uno vive según la banda sonora que resuena en su cabeza. Dolerá la vida si cantamos al amor para que duela y la muerte siempre será un final desesperado si repetimos en coro con soberbia que lo que vemos es lo único que hay, que no existe lo que no podemos entender, que ya tenemos las palabras para nombrarlo todo. Desde ahí, mi familia y yo, incluidos mis amigos, escogimos más músicas y más letras propias para cada momentico de este viaje. Así, hemos hecho nuestro amor con Naty mi esposa, cada día. Nos hemos cantado año tras año los motivos para estar enamorados con generosidad, con respeto y con conciencia https://open.spotify.com/intl-es/album/6B7vrJB2C21duartFrogBB?si=NZUjQ3LtQVKiQaiWREHcFQ. En el noviazgo, en la boda y en las pruebas más difíciles: “Hormiguita” https://youtu.be/pOYybINFWe8?si=77plF1KsBBpcCssU, por ejemplo, fue nuestro salvavidas en el improbable nacimiento de nuestro primer hijo Nico quien ahora, a sus diez años, ya participa en la composición de canciones para su mamá y para su hermanita. Mis amigos son compinches de una conspiración muy pretensiosa: a todo aquel que conocemos le vamos preguntando que expresión o frase no le podría faltar al himno de su vida, al sonsonete que repita su legado. Lo hicimos un sistema y lo llamamos “armonía”: un paso a paso para que este arte también se vuelva artesanía. De esta forma, otras parejas, familias, empresas y comunidades han armonizado sus acciones cada día con ese “más allá”, con ese “para qué” escurridizo. En coplas simples o estribillos mejor elaborados, hoy en la humanidad se pueden escuchar otras historias que suenan diferente a la apatía, a la discriminación o al desespero https://open.spotify.com/intl-es/artist/6xPzPkhxYLcwDHLEMprq4q?si=sfLweN28QOens0UyLddEag. Hasta nos atrevimos a proponer que haya otros himnos que reconozcan más la diversidad, que no alienten terrores o dividan. Logramos participar de un simulacro que quedó como testimonio de como este país la canta a la paz, en medio de sus guerras.
Cuando otros se han ido, también hemos cantado. Lo hicimos con Tavito, un tío sabio, a quien bailamos en las fiestas al ritmo de un vallenato hecho en las montañas que se canta a “grito sano” en otras partes https://youtu.be/woXKR10PDNQ?si=BJmKXoKl0HxjTHHz. A Doña Rosa, la abuela de mi Naty, le celebramos los cien años con un bambuco que los tataranietos tatarearán por otro siglo recordando su sonrisa y su legado https://youtu.be/X0kcdtqmpfo?si=PjDkpACvhN-PwkWJ.
Otros se han hecho inmortales con nuestras canciones, pero la prueba máxima ha sido la muerte de mi sobrino, a sus quince años. Hoy, que se cumple el tercer aniversario de su funeral, reconozco que no pensé que Juan Juan se fuera a morir. Apenas estoy saliendo del aturdimiento, buscando las palabras y las notas para encontrar un sentido a una tragedia insospechada. Con canciones aún no terminadas:
"Para dejar ir hay que soltar
Y aquí te suelto
Renuncio a tu presencia o a tu ausencia
Renuncio a la promesa de que vuelvas
O que volvamos a vernos, con ojos como estos
Para dejarte ir, suelto mi poca fe de carbonero.
Esa que solo te sentía en lo palpable.
Acepto con humildad y con grandeza,
que ya no estás aquí.
Ya eres cada presente agradecido:
ahora y siempre.
Agradecido por tu vida y por la mía, que es la misma.
Te la di, y me la devuelves cada día.
Te amo hijo de Dios, hijito mío.
Te llevaré en paz en los momentos en que duela quererte sin tocarte.
Me acordaré de que el toque ya lo diste, a los demás, a mi alma y al futuro."
Con podcast https://spotify.link/rq66IC1C5Cb, con rezos y rituales estamos buscando componer lo descompuesto intuyendo lo que Juan Juan cantaba sin cantarlo, porque él vivió toda su vida, nosotros somos los que queríamos alargarla. Habrá que respirar con más esfuerzo. Tendremos que enfrentar al miedo nuevamente, y nuevamente al amor elegiremos la forma de estar entre nosotros, queriéndonos con todas las fuerzas del espíritu, sabiéndonos cuerpos pasajeros, cantando que somos inmortales.
Live: Inmortal, una reflexión sobre la banda sonora de la vida, a propósito del aniversario de mi sobrino Juan Juan. https://www.instagram.com/p/C8w9Ek4u-Lz/
Mi Nest simplemente sin palabras, se me hace un nudo en la garganta pero lo suelto para gritar y agradecer a la vida, por que tu familia es la nuestra y asi sin querer queriendo, aunque duela continuar aprendiendo de la bendita muerte...te quiero mucho... Jacky